Órgano de la Basílica: SOS

El mareómetro - lunes, 13 de marzo de 2017

 
 
 
 
 
 
 
 
 
Hoy nos hacemos eco de la campaña que ha lanzado la Asociación de Amigos de la Basílica para salvar
a nuestro malherido órgano, orgullo de la Villa.
En los últimos conciertos realizados en el templo, los organistas invitados, así como nuestro organista
oficial, han constatado de forma unánime, los deterioros que este majestuoso instrumento viene padeciendo.
Hay que tener presente que se trata de un órgano fuera de lo común, instalado en 1903 y que continúa
funcionando con todos sus elementos originales, piezas de meticulosa artesanía y un prodigio de ingeniería
para la época de construcción. Toda su estructura de 2.284 tubos, 37 registros con tres teclados de 56 notas
y pedalero de 30, es la obra de arte que el francés Henri Didier concibió para Portugalete hace ya más de
un siglo.
Es una pieza única.
Todos los organistas que lo han utilizado destacan que su sonoridad no tiene parangón entre los órganos
románticos y sinfónicos de la Península. Es una joya. Lo mejor de lo mejor.
De los 58 instrumentos románticos construidos por la organería francesa en el País Vasco, 16 constan de
un solo teclado, 35 tienen dos teclados y el llamado gran órgano, que consta de 3 teclados, está representado
por 7 ejemplares: el Cavaillé-Coll de Santa María de San Sebastian; los Cavaillé-Coll de Azpeitia y Azcoitia;
los casi gemelos de los Hermanos Stoltz en Tolosa y Bergara, el Henri Didier de Santa María de Portugalete
y un híbrido Cavaillé-Coll - Puget - Mutin, en San Vicente de San Sebastián. El de la Basílica de Begoña es de
dos teclados.
Hoy asistimos inermes al deterioro de una pieza histórica que siempre ha engrandecido a Portugalete, lamentando
que la indiferencia vaya depositando su polvo fino sobre los teclados, una dolorosa apatía que lo arrastrará a la
ruina y al olvido si no somos capaces de devolverle su histórica prestancia.
Se trata de un ejemplar histórico, una obra de minuciosa ingeniería, de piezas originales de 1903, instalado en
un templo que es Bien de Interés Cultural, con categoría de Monumento.
Una genial obra de arte se está consumiendo ante nuestra indolente mirada y hay que tener presente que no somos
propietarios sino usufructuarios de las obras de arte que nos ha legado el pasado y que tenemos el deber de
transmitirlas intactas a las generaciones venideras.
 
Quizá esté llegando el momento de que nos pongamos manos a la obra.